Secretos en la familia by Carole Mortimer

Secretos en la familia by Carole Mortimer

autor:Carole Mortimer
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2018-12-13T17:20:23+00:00


Capítulo 8

NO DEBERÍAMOS seguir reteniéndote aquí, Jude –afirmó May minutos más tarde, deseando que se marchara y expresándolo abiertamente a pesar de resultar descortés–. Todos sabemos que eres un hombre muy ocupado, y sin duda Max y Will se quedarán aquí a pasar la noche…

Jude la miró con una expresión desafiante durante largos segundos, dispuesto a contestar. Luego pareció cambiar de opinión y se relajó, respondiendo en cambio:

–Sí, tengo un par de cosas que hacer nada más volver al hotel.

May apostaba a que tenía algo que hacer: hablar con April Robine. Y probablemente no sólo hablar.

–Entonces no te retenemos más –añadió May con dulce sarcasmo.

Ambos se miraron. Y se desafiaron. Era como si no hubiera nadie más en la cocina.

–¿Por qué no vamos los cuatro a ver a Ginny y a los gemelos mientras ellos se despiden? –propuso January dejando la copa sobre la mesa y mirando a los otros tres expectante.

–¿Ginny y los gemelos? –repitió Max dejando la copa y levantándose.

May sonrió y asintió en su dirección.

–Es un asunto femenino –repuso Jude–. Ya os veré mañana a los dos.

Will y Max siguieron a sus novias y salieron de la cocina, dejando a Jude y a May solos. Era exactamente lo que May se temía. Al mismo tiempo, sin embargo, era necesario. Necesitaba asegurarse de que él no mencionaría a April Robine delante de sus hermanas.

–Lo sé, lo sé –se adelantó Jude alzando una mano antes de que ella pudiera decir nada–. No debo mencionar a David Melton ni a April Robine, y tampoco debo decir nada de la película a tus hermanas, ¿correcto?

–Correcto –sonrió May sin ganas, poniéndose seria inmediatamente–. Es sólo que… no quiero…

May se calló y sacudió la cabeza. No podía explicar nada. A nadie. Y menos aún a él. May sólo sabía que la situación se había complicado de repente con la llegada de sus hermanas. Tanto, que hubiera preferido huir y esconderse hasta que todo hubiera pasado. Pero no podía hacerlo.

Jude dio un paso adelante acercándose mucho a ella, mirándola con preocupación y alzando una mano para acariciar su mejilla.

–¿No has oído nunca decir que contar los problemas puede servir de alivio?

May hizo un ruido extraño, una mezcla de lamento y risa.

–Este problema no –aseguró en voz baja–. Son tan felices los cuatro, ¿verdad?

Jude dejó de acariciarla y tiró de su barbilla hacia arriba para que lo mirara a los ojos, diciendo:

–Pero tú no. May, no hablaba en serio antes cuando he dicho que eras una…

–¿Una cruz? –preguntó May terminando la frase por él.

–Bueno, algo así iba a decir –contestó él volviendo a acariciarla.

–Sí, claro que hablabas en serio –rió May gozando de aquellas caricias, incapaz de detenerlo, al tiempo que deseaba que dejara de hacerlo–. Además, sé que lo he sido. Sólo quería… Quizá, después de todo, lo mejor para todos sea venderte la granja –añadió suspirando vacilante.

–No lo dirás en serio –negó él frunciendo el ceño.



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